Cambio climático: Una industria en transición
Júlia Gifra y Juan Luis
López Cardenete
L a lucha contra el cambio climático
requiere avanzar en muchos ámbitos simultáneamente, desde una gobernanza pública global, un sistema de mecanismos e incentivos, tecnologías e innovaciones, recursos, y protagonismo ciudadano. Todo ello se debe hacer y acompañar, además, de crecimiento económico y bienestar. Estamos no sólo ante una transición energética, sino ante una industria en transición y un cambio de modelo social y cultural sin precedentes.
Gobernanza pública global
La COP21 en París 2015 fue un éxito por el consenso global alcanzado en aquel momento, así como por la ambición y la voluntad de poner en marcha un mecanismo de gobernanza climática. Los consensos necesarios parecen hoy más lejanos que en 2015 tras el anuncio, en junio de 2017, de la retirada de EEUU y de la evolución negativa de las emisiones globales. Sin embargo, las posteriores cumbres celebradas en Marrakech, Bonn y Katowice han contribuido con avances notables al establecimiento de los procesos necesarios para este gobierno climático.
Sistema de mecanismos e incentivos
A la gobernanza global hay que añadir el debate sobre cómo organizar la provisión pública de este tipo de bienes que, si bien no es un debate nuevo, sí tiene una transcendencia fundamental, ya que decidir si el sistema de mecanismos se debe establecer top-down versus bottom-up es relevante para las decisiones, la evolución y coste de este compromiso global sobre el cambio climático.
En este sentido, basta prestar atención a la propuesta de un Green New Deal por una parte del Partido Demócrata norteamericano o al manifiesto publicado el pasado 17 de enero en el Wall Street Journal por un notable grupo de nobeles y antiguos presidentes de la Reserva Federal, pertenecientes tanto al Partido Demócrata como al Partido Republicano.
Los 45 firmantes de este manifiesto resaltan la seriedad del problema para el que requieren una acción inmediata, guiada por principios económicos sólidos, donde un impuesto a las emisiones gradual, creciente y consistente daría señales robustas y costo-eficientes para incentivar la búsqueda de I+D+i, así como para orientar a todos los agentes empresariales y sociales en sus decisiones futuras.
Tecnología e innovación
Todo lo anterior sería imposible de conseguir si no logramos disponer de las tecnologías que necesitamos, con un suficiente nivel de madurez tecnológica y comercial, a tiempo de transformar nuestro actual sistema industrial-energético. Para ilustrar la importancia de esta cuestión
basta con plantearnos algunos interrogantes: ¿Disponemos de la tecnología que permita al transporte aéreo o naval no emitir gases de efecto invernadero (GEI)? ¿Podrá la humanidad en 2050 prescindir del acero, del cemento y del vidrio, o dispondremos de las tecnologías que se precisen para su fabricación sin emisiones? ¿Qué papel tendrá el hidrógeno?
Según el Tracking Clean Energy Progress 2018 de la AIE, de las 37 familias de tecnologías clave para la descarbonización, correspondientes a energía, edificios, transporte, industria e integración de la energía, solamente cuatro de ellas se encuentran en un grado de maduración avanzado para su despliegue masivo. Otras diez se encuentran en un estado estacionario sin que se vean avances que susciten un uso futuro.
En algunos ámbitos ya disponemos de algunas tecnologías renovables -fotovoltaica y eólica- entre otras, que nos permitirán cuasi descarbonizar la electricidad. Por otro lado, los avances espectaculares en el almacenamiento denso de electricidad es otra fuente de esperanza para la electrificación del transporte terrestre. Asimismo, la existencia de un ecosistema de proyectos de emprendimiento y start ups a nivel europeo, de impulso y apoyo a la innovación en energías sostenibles, con el liderazgo de empresas impulsando y apostando por el I+D, planteando nuevos modelos de negocio e inversiones, es otra forma de avanzar.
Recursos e inversiones
En efecto, esta transición energética y esta industria en transición es, en términos netos, consumidora de recursos financieros importantes. Y ésta no es una cuestión menor, ya que los problemas de escasez son bien conocidos en economía y puede ser un campo fértil para la comisión de costosos errores. El desprecio de las economías de escala o de las de aprendizaje o de las de red encarecerán este largo e intenso proceso de cambio y transición climática.
Protagonismo ciudadano
Finalmente, conviene recordar que esta transición energética, a diferencia de las habidas anteriormente, debe ir más allá y llegar antes de lo que por sí solas las fuerzas de la tecnología y del mercado nos están llevando. La aceptación social y el imprescindible protagonismo ciudadano en este proceso requiere una comprensión tanto de su necesidad como de la equidad en el reparto de los costes. Cuestión fundamental teniendo en cuenta que afecta de manera desigual a las actuales generaciones frente a las futuras, a la población que vive en la OCDE frente a la del resto de la humanidad o cuando este complejo proceso es aprovechado, legítimamente o no, para la lucha por alcanzar el poder o deslegitimar a determinados grupos, todo ello con menoscabo de la tan valiosa armonía social.
Es por lo que la política y la sociedad civil cumplen un papel esencial en el desenlace de todo este recorrido.
Dra. Júlia Gifra, IESE; Prof. Juan Luis López Cardenete, IESE y miembro del Consejo Asesor de EXPANSIÓN