TRIBUNA
Sandra Sieber
Profesora del Iese Business School
'Motosharing': ni un aplauso
Hasta hace pocos días Barcelona
podía estar orgullosa de ser una de las plazas pioneras del desarrollo mundial del motosharing. Miles de usuarios utilizan regularmente los servicios de cinco empresas operadoras con precios competitivos. Las 6.000 motos -todas eléctricas- ofrecen buena disponibilidad sin sobresaturación (sólo el 50% de la flota de cada operador puede estar aparcada en el centro) y su expansión continúa. En menos de cinco años Barcelona se ha convertido en la cuarta ciudad del mundo en utilización del servicio.
Todo parecía ir viento en popa. El ecosistema digital había dado con un éxito que le va como anillo al dedo a una de las grandes ambiciones de la ciudad: ser la capital global del humanismo tecnológico. ¿Cómo? Permitiendo el desarrollo de modelos de negocio que aplican tecnologías digitales para mejorar nuestras vidas, como lo hace la micromovilidad.
Hace unos días, el Ayuntamiento anunció que las 7.000 licencias disponibles se van a repartir equitativamente entre las 21 empresas solicitantes. Toca a 331 licencias por empresa. Con ello las cinco empresas que los ciudadanos utilizan hoy, las que durante años han apostado por esta ciudad, van a tener que reducir sus flotas a 1.650 motos, es decir, tres de cada cuatro tienen que retirarse, en un máximo de 60 días. Eso sí, entrará una oferta más variada, con 16 nuevas empresas que deben poner sobre el asfalto 5.300 nuevas motos. Y para el usuario, 16 nuevas apps que descargar en su móvil. ¿Parece absurdo? Será muy pronto la nueva realidad de Barcelona.
Para que Barcelona pueda entrar en el olimpo digital tiene que crear las condiciones para que nazcan iniciativas, pero también para que puedan crecer y consolidar
Entender el papel de los reguladores es clave para el crecimiento de ideas innovadoras
se. Es una ciudad abierta, dinámica, capaz de atraer capital financiero y humano fomentando la experimentación y el pruebaerror, pero saber crear las condiciones para que las iniciativas más prometedores puedan crecer y consolidarse es otro tema. Reid Hoffman, uno de los fundadores de LinkedIn, dijo hace años que ahí está la verdadera diferencia de Silicon Valley: permitir lo que él llama blitzscaling, poder escalar a la velocidad del rayo. Es aquí donde Barcelona -a través de sus reguladores- tiene una asignatura pendiente. Entender el rol de la regulación es clave para el crecimiento de ideas innovadoras. Cuando una idea es novedosa, hay que cuidar al ecosistema entero -usuarios, emprendedores, posibles competidores, actores amenazados por el nuevo modelo- y actuar de forma selectiva si se identifica algún mal funcionamiento. Ello requiere saber hacer muchas preguntas, escuchar e implantar reglas y limitaciones con sumo cuidado. Con humildad y con vocación de corregir errores. Desconectarse del sistema, desoír a todos, puede conllevar actuaciones que dejan al ecosistema atónito, mudo. Ni un aplauso. Y lo que es peor, un solo aprendizaje: Barcelona no es de fiar.